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Ilustrado por: Paula González Nogueira |
Ese día no fue uno más. Llevaba varios años trabajando ahí, pero nunca me había pasado. También éramos varios. Pocas veces la sala se llenaba con tantas personas.
Se trataba de un hecho mediático. Habían concurrido el juez Sofía, que estaba a cargo del caso. Su asistente, algo tímido, se notaba que nunca había estado en un lugar así. El fiscal designado, que no paraba de bostezar. El comisario García que se quejaba de todo, del tránsito, del clima, del olor que había en la sala. El fotógrafo, estaba resfriado y estornudaba a cada momento. Mariano, médico obductor, amigo y compañero de todos los días, él estaba en otra sintonía, había ganado su equipo de fútbol y estaba feliz. Y por último el oficial ayudante, era muy eficiente en sus tareas, pero nunca hablaba, con Mariano lo habíamos apodado el “mudito”.
Fui el último en entrar a la sala. Me puse el delantal, las botas y el barbijo. El Fiscal se acercó y me dio la ficha con la información necesaria. La revisión policial decía: “Clara Nieves. 15 años de edad. Estado civil: soltera. Falleció el 21 de septiembre a las 2:55 am, en Av. De los Sauces 3344. Causa de la muerte: asfixia.”
Me acerqué a la mesa de acero. Del dedo del pie colgaba el cartelito con el número 707.
Ahí estaba Clara, era hermosa. Su cuerpo parecía intacto, distinto a todos los que llegaban ahí. Había visto cuerpos mutilados, golpeados, perforados, hinchados, putrefactos. Pero ella no. Ella estaba linda, parecía dormida y no muerta.
El comisario García se acercó hacia donde estaba y comenzó a explicar:
-Según las declaraciones de la madre, escuchó que alrededor de las dos y media de la madrugada, su hija se levantó para ir al baño, luego fue a la cocina. Escuchó que se acostó y a los quince minutos se acercó al cuarto porque su hija la llamó gritando. La piba estaba comiendo una manzana, parece que se ahogó con un pedazo. La madre trató de asistirla, pero no pudo. Se asfixió y ahí murió. El quilombo es porque es la hija del candidato Nieves.
Noté que vestía un camisón. Era blanco, con los bordes rojos.
Entre Mariano y el ayudante desnudaron el cuerpo, el fotógrafo, estornudó y siguió gatillando su cámara, sacando fotos de todos los pasos.
De repente entré en un estado desconocido, como un estado de ensueño. Las voces se empezaron a desvanecer, a irse lejos, se perdían.
Clara tenía la piel blanca, como la nieve. Me daban ganas de abrazarla, acariciarla, se la veía tan frágil. El pelo era negro como la noche. Como esas noches que se llenan de estrellas y no dan ganas de dormir. Y sus labios. Sus labios eran rojos como la sangre, bien rojos, eran demasiado tentadores. Estaba seguro que eran los más lindos que había visto en toda mi existencia. Imaginé cómo serían esos labios sobre los míos. Los imaginé dulces. Imaginé el beso más perfecto que podía existir.
Como volviendo de un sueño, escuché la voz de Mariano:
-Fernando, ¿Me estás escuchando?
-Si, si comencemos-respondí.
Pesamos el cuerpo, cincuenta kilogramos. Lo medimos, un metro sesenta y cinco centímetros. Tomé el cuchillo e inicie un tajo desde el mentón hasta la pelvis. Al abrir el cuerpo no sentí el olor desagradable de siempre, más bien era atractivo, olor a flores, a frutas, a un perfume de verano.
Mariano retiraba los órganos y los pesaba, decía en voz alta el peso y yo anotaba todo en el cuadernillo de protocolo de autopsias. No había lesiones en el tórax. El peso del corazón era normal, doscientos gramos.
Todos hablaban en la sala, no sé sobre qué, porque no escuchaba nada. Sólo veía que las bocas de los siete presentes se movían. Yo solo sentía un profundo y reconfortante silencio. Y ahí mismo, después de parpadear en una milésima de segundo, todos desaparecieron del lugar. Sólo estábamos Clara y yo. No podía dejar de mirarla. Me sentía hipnotizado.
¿Por qué no la había conocido antes? Era perfecta. La toque, pero no examinándola, sino dándole una caricia, dándole mi amor. Comencé a sacar los órganos que Mariano había colocado en los frascos con formol, que había etiquetado para mandarlos a analizar. Quise devolverle todo a su cuerpo, a su lugar. -Ya vas a estar bien mi amor, pronto te voy a sacar de acá - le dije en voz baja.
Tomé el hilo blanco y la empecé a coser. Mientras pensaba "Ya pasa, ya pasa, ya vamos a estar juntos".
Cosí. Cosí rápido, pero con amor. Sin hacerle daño. No merecía sufrir. Cosí, desde la pelvis hasta el mentón. Clara tenía los ojos cerrados, pero yo sabía que me escuchaba. Advertí que ella también me amaba.
-Fernando, ¿Qué te pasa? Todavía no terminó la autopsia ¿Por qué la coses?, no hagas boludeces que está el juez.
Mariano quería frenarme, pero yo ya estaba seguro de lo que quería.
Corté el hilo, me quité el barbijo y me quedé apenas unos segundos contemplándola. Tanta belleza junta, no podía ser posible. No podía dejarla ahí, no podía dejarla a la vista de todos.
En un solo movimiento, la envolví en mis brazos. Las cuchillas, el bisturí, los frascos, todo cayó al piso. El formol y la sangre comenzaron a desparramarse en la balanza, en la mesa, en las baldosas.
Empujé la puerta de la sala y salí corriendo con Clara encima. Corría sin descanso por los pasillos de la morgue.
-Tranquila mi amor, ya vamos a estar juntos.
Bajé dos pisos por las escaleras, el poco personal que habitaba el edificio esa madrugada me miraba.
Llegué a mi oficina. Con mi cuerpo tumbe todas las cosas que tenía encima del escritorio y coloqué a Clara. Ahí, la miré de nuevo, era imposible dejar de mirarla, acaricié las mejillas y puse mis labios encima de sus labios rubí, nunca me había sentido así.
Fui hacia la puerta, la cerré con llave y coloqué algunos muebles por delante para que ninguna persona pueda entrar. Quería asegurarme que nadie me la iba a robar. Teníamos que recuperar el tiempo perdido. Ya no importaba si no nos habíamos conocido antes, porque ya estábamos juntos y la muerte nos había cruzado.
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Código de registro: 1511165793021
Escribo último este comentario. La sugestiva ilustración con rojos, blancos y negros que ví en el muro de Facebook, me generó curiosidad y deseos de saber. Y eso es lo que despertó este cuento finito... curiosidad y deseos de saber hasta el final! Muy bueno! (y oscuro, a la vez que claro)
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