jueves, 31 de marzo de 2016

La alineación de los planetas

Ilustrado por Abel Jiménez
La reunión estaba prevista para las 14.37 hora Marte. Ese planeta sería el anfitrión. 
Marte esperaba a todos en la mesa redonda. Había preparado café, comprado croissants y  le había pedido a su secretaria que consiguiera jugo de naranja recién exprimido. Siempre quería agradar al resto de los planetas, pero había algo en él que a nadie le cerraba. Marte había elegido para la ocasión un traje rojo satinado que hacía juego con su cabellera.
El primero en llegar fue Saturno. Con sus túnicas azules perfectas, ordenadas en tonos degradé y sus dedos repletos de anillos. Siempre usaba un bastón aunque no lo necesitaba. Nadie sabía su edad exacta.Saturno era respetado y temido. Pero siempre era el que daba los mejores y más sabios consejos.
Al rato llegó Mercurio, acalorada, agitada, abanicándose efusivamente. Era una señora madura, muy delgada. Se sabía poco de ella. Era quien tenía más relación y cercanía con el Sol.  
Inmediatamente llegó Venus. Era todo lo contrario a Mercurio. Venus era joven, voluptuosa, gozaba de buen sexo. Tenía buen culo, buenas tetas, buen aroma. Eso sí, no era muy inteligente. A su paso, dejaba al resto con la boca abierta. Saludo a cada uno de los presentes con dos besos, ella decía que tenía costumbres europeas. Se sentó junto a Mercurio, con las piernas cruzadas y comenzaron a hablar cosas de mujeres.
Luego vino la Tierra, acompañada de su secretaria la Luna. Como siempre la Tierra se la pasaba bebiendo agua. Se había rasurado su cabello verde al raz. Casi no le quedaba oxígeno. Hizo un saludo general y se encendió un cigarrillo. Marte la reto, le dijo que estaban en una sala libre de humo. Entonces la Tierra apagó el cigarrillo y le pidió a la Luna otra botella de agua. Se sentó al lado de Venus, y no pudo no mirar el escote prominente que llevaba su colega. 
Marte se alegró de que ya estuviese todos los planetas rocosos presentes y después se disculpó con Saturno, porque él era de los gaseosos. Saturno ni lo miró, ni escuchó.
Entonces llegó Júpiter y con su voz finita y aguda, llena de helio dijo:
—¡Hola!
Y seguidamente desprendió un eructo.
—Disculpen —dijo —estuve tomando mucha gaseosa ¿Dónde me siento Marte? —y volvió a eructar. 
Júpiter era un planeta grande, con gran masa muscular, y por esa razón Marte había puesto un sillón especial para él, alejado de la mesa para que no moleste a nadie por si seguía largando sus gases. Marte no pudo indicarle su sitio a Júpiter, se vió interrumpido por la llegada de los planetas gemelos: Urano y Neptuno “Buenas tardes” dijeron a dúo.
—¡Hola chiquitos! —dijo Venus, mientras invirtió el cruce de sus piernas. 
La Tierra levantó la mano hacia arriba y Mercurio se siguió abanicando. Saturno en cambio saludó con su cabeza amablemente.
—Bueno, estamos todos alineados —dijo Marte 
—Prrfffff —se escuchó mientras se acomodaba Júpiter en el sillón —Perdón, lo siento… pero...falta la persona más importante de la reunión. 
—Si, lo se... el Sol… pero prefirió no estar tan cerca de todos los Planetas porque sino nos iba a quemar… así que haremos conferencia vía Skype. —explicó Marte mientras encendía su tablet.
—Yo me refería a Plutón, estamos reunidos acá por él —dijo Júpiter.
—En eso el gordo tiene razón - dijo la Tierra —Nos reunimos para saber si volvemos a incorporar a este grupo a Plutón.
—Buenos chicos, no nos alteremos, esperamos unos segundos más y sino aparece el chiquito comenzamos. —dijo Venus queriendo traer paz al encuentro.
Un sonido grave comenzó a sonar, todos miraron hacia el lado de la puerta, porque desde ahí venía. Lo que se oía era  música hiphop y cada vez estaba más cerca. Hasta que llegó a la puerta. Los Planetas miraron un metro para abajo y ahí estaba Plutón, sacándose los auriculares, guardando su teléfono en el bolsillo del pantalón. Llevaba una gorra rapera y de su cuello colgaba una cadena con un corazón. 
—Hi Brother - Saludo animado el planeta enano
—¡Hola Plutón! dijo Urano
—¡Hola Plutón! dijo Neptuno
—¡Era hora! —dijo Mercurio —comencemos la reunión por favor, sentate al lado de la Tierra, planetoide. 
     
Ilustrado por Abel Jiménez
Desde la tablet de quince pulgadas que colocó Mercurio en la punta de la mesa, iniciaron una videoconferencia. Unos segundos de sonidos de conexión y apareció el Sol.
—Buenas tardes a todos los planetas del Sistema Solar ¿Cómo les va? 
—¡Qué tal Rey Sol! Aquí estamos todos tus planetas alineados, los rocosos, los gaseosos y el planetoide.
El Sol siempre hablaba rápido, su agenda estaba continuamente repleta de eventos, que un eclipse, que el calentamiento global, el índice uv, etcetera, etcetera.
—¡Muy bien! Así me gusta, comencemos, que tengo poco tiempo. Así que daré una pequeña opinión y luego dejaré a cargo a Saturno para que guíe el debate y puedan entre todos encontrar una solución a este tema para el cual fueron convocados. Lo principal que tienen que pensar y evaluar es el porqué se quiere volver a incorporar a Plutón como planeta. Pensar beneficios, desventajas, pros y contras ¿Estamos? Los dejo ahora que tengo otra videoconferencia con la Capa de Ozono. ¡Adelante equipo! ¡Sigan así! ¡Hasta el infinito!
—¡Hasta el infinito! —respondieron al unísono todos los planetas. 
Y el sol se desconectó de la pantalla.
—Yo... si me permiten, quisiera decir algo antes de comenzar… —dijo Plutón.
—El Sol fue claro, Saturno tiene que comandar este debate, no es momento indicado para que hables —dijo Mercurio abanicándose.
—Si, Saturno, usted tiene la palabra —añadió Marte.
Saturno se paró, movió su silla hacia atrás, se sostuvo sobre su bastón, que acarició con su dedos repletos de anillos, ajustó su garganta y habló por primera vez. 
—Creo fehacientemente que luego de esta intervención escueta pero esclarecedora comunicada por el sol hace unos instantes, debemos exponer nuestros argumentos a favor y en contra de la incorporación al grupo Planetas de el Sr.Plutón. Y luego de un debate respetuoso y cordial, llevaremos a cabo in situ una votación transparente y democrática, que consistirá en elevar la mano quienes están a favor y quienes en contra, según se pregunte.
El primero en exponer su opinión fue Marte. Para hacer más amena su explicación preparó un cartel a mano, al cual le pegó fotos de la Galaxia, del Sistema Solar, de los Planetas presentes y de Plutón. Desde las fotos salían flechas con datos, y frases resaltadas en color rojo que argumentaban porque Plutón debía seguir en la categoría de Planetoide. Uno de los ítems decía: “Superficie pequeña comparada con el resto de nosotros”, otro punto sostenía “lejos del Sol, siempre llega tarde y último a las reuniones”. Para finalizar su exposición dijo:
—Los Planetas somos y seremos enigmáticos, misteriosos. Inspiramos los horoscopos, evocamos a los dioses mitológicos. Tenemos prestigio, historia. Y un planeta enano no está a la altura de estas circunstancias. Gracias.
—Si me permiten hablar, yo quisiera…. —dijo Plutón, pero Marte lo interrumpió abruptamente.
—Mirá Plutón, acá tenemos la palabra primero nosotros, que somos los que definimos tu futuro, ya va a venir tu momento… y te tenes que bancar las opiniones enano… la vida es así…
—Pppprrfff —se escuchó desde el lado de Júpiter —Lo siento, ando con muchos gases últimamente.
Seguidamente  inició su exposición 
—Con los gemelos preparamos algo para exponer a favor de nuestro compañero Plutón. Chicos…
—Trajimos un pdf —dijo Urano
—Trajimos un pdf —dijo Neptuno
En su archivo digital, bien diseñado, los planetas gaseosos expresaron sus razones positivas para reincorporar a Plutón a la categoría de planeta.
Desmintieron el tamaño total del planeta, presentaron nuevos números, nuevas investigaciones y estadísticas.  Señalaron como válido que Plutón era un planeta que estaba de moda y siendo estudiado por muchos científicos, astrónomos y astrólogos. Añadieron tapas de revistas en las que había salido Plutón y señalaron que tener un planeta famoso,que está en boca de todos es muy beneficioso para el resto del staff. Finalmente la voz cantante del grupo, Júpiter, finalizó diciendo:
—Nosotros, como planetas gaseosos, siempre fuimos relegados al final del sistema solar, teniendo menos comunicación y cercanía con el sol. Somos más fríos que ustedes, es verdad, pero tenemos mucha garra, mucho gas y satélites. Plutón es de los nuestros, por eso apoyamos firmemente su reincorporación ¡Viva Plutón señores! 
—¡¡Viivaa!! —dijeron a coro Urano y Neptuno
Ellos dos y Júpiter comenzaron a aplaudir y cantar “Plutón, Plutón, que grande sos...” desorbitados y alborotando la sala.
Saturno golpeó dos veces su bastón contra el suelo, se paró de su silla y todos se callaron. Pero el silencio profundo de la sala fue interrumpido.
—Pprrrrfff , perdón… 
Avergonzado y reiterativo Júpiter,se disculpó una vez más, se puso colorado, queriendo desaparecer de la sala.
—Mercurio, Venus, Tierra… ¿Ustedes tienen algo que decir, algo más para aportar y enriquecer este debate? —Preguntó Saturno.
—No quiero ser reiterativo...pero a mi me gustaría… —dijo otra vez Plutón y enseguida lo interrumpió Mercurio.
—Ya vas a tener tiempo para hablar pequeñín. Yo estoy de acuerdo con Marte. Tenemos que salvaguardar nuestra imagen, prestigio, historia, en fin… ¡Qué calor que hace en esta sala, madre mía! —Y volvió a abrir su abanico.
—Yo no sé la verdad… —dijo Venus riéndose nerviosa —Entiendo el prestigio, me parece re interesante, pero también está bueno que Plutón esté de moda ¿No? No se, no se, es muy difícil. Por cierto… ¿Alguien sabe cuando empiezan las rebajas en Galaxia shopping mall? 
La Tierra miró a Venus, mordiéndose el labio inferior y la interrumpió:
—Miren yo tengo un montón de cosas para hacer, me quedan 60 días para volver a dar la vuelta completa en mi propio eje, así que resolvamos esto de una vez. Apoyo a Marte, tiene razón con lo que dice. Que Plutón siga siendo planetoide y listo.- seguidamente la Tierra bebió un largo sorbo de agua.
—¿Comenzamos la votación? - Pregunto Saturno, haciendo una recorrida con sus ojos alrededor de la mesa —Quienes estén a favor de que Plutón se reincorpore al grupo planetas, categoría perdida en la asamblea de planetas del año 1985, levante su mano.
Entonces Júpiter, Urano y Neptuno elevaron su mano.
—Quienes estén en contra de la reincorporación de Plutón al grupo Planetas que levanten la mano - dijo Saturno. Y Marte, Mercurio y la Tierra elevaron la mano.
—Venus, ¿usted va a abstenerse? —Preguntó Saturno mirando a Venus.
—Eh sí, bueno… ¿Qué significa abstenerse? —Pregunto Venus —Tiene que ver con no tener sexo, porque eso creo que no puedo —Y rió nerviosa.
—Quiere decir que se mantiene imparcial, no vota ni a favor, ni en contra —Le explicó pacientemente Saturno.
—Entonces, si. Es muy difícil para mi, así que si, me abstengo —dijo Venus afirmando con la cabeza mientras hablaba.
—Muy bien, tenemos un empate señores y señoritas —Sentenció Saturno —Por ser el moderador de este encuentro me toca definir. Así que quiero comunicarles, que mi voto… mi voto será… —dijo Saturno con mucho suspenso —será… Positivo. Considero que Plutón debe volver a ser Planeta.
Entonces los planetas gaseosos pegaron un salto desde su asiento. Urano y Neptuno sacaron cada uno de abajo de la mesa un bombo igual y comenzaron a tocarlo, mientras cantaban junto a Júpiter “Plutón, Plutón que grandes sos”. Venus aplaudía sin entender lo que había pasado, pero le parecía divertido el festejo. Marte quedó atónito por la decisión de Saturno, y no se movió de su lugar. Mercurio refunfuñando se abanicaba intensamente. La Tierra le pidió más agua a su secretaria la Luna, la decisión la tomó por sorpresa y de los nervios comenzó a moverse la corteza terrestre y a tener espasmos en las placas tectónicas.
—Ahora si Plutón. Felicidades.Tienes la palabra, te escuchamos atentamente —dijo Saturno mientras señalaba y miraba a Plutón. 
Ante la intervención de Saturno la sala apagó progresivamente su bullicio hasta crearse un silencio profundo como el Universo, para escuchar al protagonista en cuestión, Plutón.  
—Muchas gracias —Dijo Plutón.
Sentado en el sillón, que le quedaba grande y sus piernas le colgaban del asiento 
—Gracias por la incorporación pero desde que llegué a la reunión que quería hablar y decirles que yo ya pase a formar parte de otro grupo que se llama “Cinturón de Kuiper”. Somos un grupo de Planetoides, satélites y cuerpos por descubrir que estamos tratando de hacer cosas nuevas. Junto con mi satélite Caronte, que no vino porque no lo invitaron en el evento que armaron en facebook, estamos armando un lindo grupo. 
Así que nuevamente les agradezco esta oportunidad de volver, pero ya pasaron treinta años desde aquella asamblea en la que me bajaron a la categoría de planetoide. Al principio fue muy duro, me costó mucho revertir la situación. Estuve deprimido, haciendo terapia. Pero bueno, acá estoy con nuevos proyectos, entusiasmado. Son vientos de cambio.
—¡Qué bueno Plutón! Te felicito, ¿Qué días se juntan con este grupo? - Preguntó Júpiter
-Nos estamos reuniendo los domingos o lunes. Porque como la sala la tiene Marte los martes, Mercurio lo miércoles, vos la tenes los jueves, Venus los viernes y Saturno los sábados, cuando queda libre nos anotamos nosotros - le explicó Plutón a Júpiter.
—Si la necesitas un jueves avisame que no hay problema - Ofreció Júpiter
—Gracias, lo voy a tener en cuenta, sino te llamo yo, te llama el satélite Caronte. Bueno Planetas, me voy yendo. Gracias por todo, nos hablamos por facebook. Hasta el infinito. Plutón pegó un salto de su asiento y se fue yendo para la salida, mientras buscaba sus auriculares en el bolsillo.
—Esperá Plutón ¿Estas a pata? —Le preguntó Júpiter —Te llevo. Bajo por la vía láctea, te dejo donde quieras, de paso me contás que tal este grupo nuevo, estoy interesado en conocer gente nueva.
—Ah Dale, de lujo Júpiter —respondió animado Plutón 
Y se fueron charlando juntos.
Urano y Júpiter, se cargaron cada uno su bombo al hombro y saludaron al mismo tiempo:
—Nos vemos en la próxima asamblea. Hasta el infinito. 
Venus terminó de pintarse los labios, guardo el rouge en la cartera, saludo con dos besos a Mercurio y dijo:
—Me voy volando que tengo una cita con un satélite, bye bye 
Y el taconeo de sus zapatos y su estela de perfume francés, se fueron alejando junto con ella.
La Tierra la llamó a la Luna y se fueron rápido porque tenían que asistir a un eclipse.
Mercurio saludo a Marte y trató de animarlo:
—Quedate tranquilo, voy a hablar con el Sol. Mucho Cinturón de Kuiper, pero si él no los autoriza no son nadie. Me voy a probar el aire acondicionado que me instalaron a la mañana. Hasta el infinito.
Saturno se levantó de su silla. Se acomodó las túnicas, sujeto el bastón y comenzó a caminar hacia la salida de la sala de reuniones. Pero Marte, devastado en su silla, con el nudo de la corbata flojo, le preguntó:
—¿Cómo seguimos Saturno? Los Planetas debemos estar alineados, el universo nos necesita así, los astrólogos para hacer cartas astrales, para escribir el horóscopo en el periódico de los domingos.
Entonces Saturno, giró para verlo a los ojos y le dijo:
—Querido Marte, los Planetas seguiremos en órbita, somos pura rotación y traslación. Somos fruto de gravedad y colisión. Las cosas cambian, se ajustan. No hay que temer...Nosotros los Planetas y el Sistema Solar continuaremos cambiando, sin prisa, pero sin pausa. Acaso... ¿No es más divertido el movimiento, el cambio, que seguir siendo siempre iguales? Hasta el infinito. 
Saturno se fue caminando despacio con su bastón hasta perderse en la oscuridad. 
Marte, se quedó desierto, sólo en la inmensa sala de reuniones.

Ilustrado por Abel Jiménez


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martes, 29 de marzo de 2016

















"La reunión estaba prevista para las 14.37 hora Marte. Ese planeta sería el anfitrión. Marte esperaba a todos en la mesa redonda."

Próximamente: "La alineación de los planetas"
Ilustrado por: Abel Jiménez
Cuentos Finitos de Alfina Fontana

jueves, 10 de marzo de 2016

Char-Lee Mito ilustra "De cómo cambió mi vida por un pelo en la chaqueta"

En la ciudad de Bilbao hay un Mito, le llaman Char-Lee. A veces lleva barba, en ocasiones bigotes. Y es tan alto que la gente suele subirse al Pupi del Guggenheim o ascender al Parque Etxebarria para identificarlo. Para saber que realmente es él, hay que fijarse si tiene un aro en su oreja izquierda. Se lo puede ver por las calles del Casco Viejo, riendo entre amigos, de bar en bar, en conciertos, en tiendas de tatuajes y libros de segunda mano.

Como suelen ser los mitos, esta historia me la había contado una amiga, a ella un amigo y esta última otro amigo. Todos decían haberlo visto, cuando viajaron al norte de España, pero ningún dato era concreto.

Cuando viaje a Bilbao, deseaba cruzarlo, comprobar realmente de qué se trataba todo ésto. Entonces, en unos de los días que paseaba por la ciudad, iba mirando atentamente a los transeúntes, hasta que en la calle Carnicería, oí risas y vislumbre un grupo de gente alrededor de alguien muy alto. Me acerqué para ver de qué se trataba… ¡Sí, era él! Enseguida me uní a los Marianitos en el Ander Etxea, las conversaciones sobre música, los zuritos con pintxos y unas gildas en el bar.

Su humor estrafalario, sus anécdotas atemporales y su energía no hacían más que reforzar el mito… 

Luego cayó la noche, el avión de vuelta a casa y la duda de si realmente había existido la anécdota. Pero luego de unas semanas llegó un mensaje con la grata sorpresa… el dibujo de Char-Lee Mito… y me dí cuenta que existía y que el mito era real.

Además forma parte no de una sino de dos bandas de música!
Los Plomos y Villapellejos

Añadir leyenda

Primeros bocetos de Char-Lee Mito.

Un retrato para que puedan reconocerlo...

Forma parte de Los Plomos
Forma parte de Villapellejos

La obra ilustrada del Mito. 

jueves, 3 de marzo de 2016

De cómo cambió mi vida por un pelo en la chaqueta


Ilustrado por Char-Lee Mito


Otra vez estoy sentado, enroscado en mi mismo, en este taburete, el mismo taburete de siempre, en el mismo bar de la calle Hospital. Voy por mi tercera caña, aunque llevo aquí más de cuatro horas en la misma posición. Sino fuera por mi respiración, por el pestañeo de mis ojos, cada tanto el rebote en el aire de mi pie derecho o porque espaciadamente elevo el vaso a mi boca para beber, diría que estoy aquí inmóvil, como lo estoy en mi vida. Miro hacia la calle. Observo a la gente que entra y sale. Algunos me miran al pasar, otros ni se dan cuenta que estoy.

En la puerta del bar, hay un par de chicas, están siempre ahí. Fuman varios cigarillos por hora, los encienden, le dan una calada y enseguida los tiran al piso y lo aplastan con sus tacones bien altos. A veces entran al baño, el dueño se los permite. No sé de dónde son, hablan raro. Se pasan horas esperando conseguir algún cliente, si es turista, se hacen el día con un solo hombre cada una. Aunque eso no pasa seguido. Entrando la noche, si nadie se les acercó con una propuesta concreta (digo concreta porque estando ahí son muchos los que se acercan y le dicen palabras bonitas o guarradas), no importa de donde sea la persona, su cara o aspecto, importan los euros que tiene y los que ellas pueden llevarse a casa.

La mayoría de la gente que entra al bar lo hace para olvidarse de algo. Algo que fueron, que son o que saben que pueden llegar a ser. Dudo que las cosas, sobre todas las malas, se puedan olvidar. A lo sumo uno puede evadir la realidad por unas horas, fantasear con otra posible existencia. Lo digo porque empecé a venir aquí con ese objetivo: olvidar. Ya van varios años y aún no lo consigo.

Suena música latina, un ritmo execrable, lleno de palabras melosas e insinuaciones sexuales. La música funciona como un fondo de esta realidad y la comida que está expuesta en el mostrador detrás del vidrio, es el atrezzo de una película. Porque aquí nadie come, ni nadie baila. Solo se bebe.

Siempre somos los mismos, pidiendo lo mismo. Hablan a los gritos. Se pelean por el fútbol, la política, siguen hablando de la guerra. Los más jóvenes varían su pedido entre quintos y cubatas, los más viejos beben caña tras caña. Salvo el Jordi que solo bebe vino de La Rioja. A veces entra un guiri, perdido, sonriendo, como queriéndose aventurar en un bar típico. No duran más que una cerveza. Suelen dejar el vaso medio vacío, con unas monedas en la barra, propina incluida, y se van.

Hace un rato el Rober ganó en el tragaperras y nos invitó una cerveza a cada uno. Hasta el Jordi bebió cerveza. Fue raro. Todos festejaron. Hasta las dos chicas que están siempre en la puerta entraron a brindar. Yo seguí en mi posición. Es que nunca hablo con nadie. Aunque tampoco nadie me habla mí. El otro día dije dos palabras, después de no se cuanto tiempo. Me salieron con voz ronca y con poca fuerza. Le dije "por favor" a un chaval señalando el mechero. Solo quería prender mi cigarrito. Me contestó en no sé qué idioma. Su amigo señaló el fuego y ahí entendió.
En ningún momento me miraron a la cara. Nadie me mira a la cara. Hasta a mi me cuesta. Pero ese día tuve la necesidad de verme, de ver cómo estaba.
Donde vivo no tengo espejos. Así que entré al lavabo del bar, el olor intenso y penetrante, mezcla de lejía y meo, que sale del váter a esta altura no me afecta. La luz intermitente y la poca vista que me queda, hicieron que me cueste ver mi reflejo a primera vista. Después de unos segundos me vi. Entre manchas de óxido y gotas de agua, en ese cuadrado pequeño de vidrio espejado, estaba yo. No me reconocí, estoy viejo.

A veces pienso que aquella noche morí y mi infierno es haberme quedado acá. Por eso nadie me escucha, ni me habla, ni me mira. Soy un muerto que bebe cerveza, fuma el tabaco más barato y camina entre los vivos.
¿Cuánto tiempo pasó? Tengo la sensación que fue hace poco.  Fue ayer que  vi a mis hijos en el comedor de casa jugando parchís y peleando porque ninguno de los dos quería perder. Guardo los momentos y detalles de esa tarde-noche como un tesoro preciado. Esos recuerdos son lo único lindo que me queda.
Montse tenía un pijama a cuadros verde oscuro y rosa. Llevaba una tirita en su dedo anular derecho, porque se había lastimado la uña en el cole. Y el Joan llevaba la camiseta del Barca. Estaba contento porque nuestro equipo había ganado la tercera recopa de Europa. Fue justo ayer que entré a casa, me saludaron con un abrazo cada uno y querían llevarme con ellos para jugar.

Fue ayer que trabajaba en la editorial. Que tenía mi oficina, con un escritorio, una silla que se regulaba en altura y un marco con la foto de la familia en unas vacaciones en Francia.
Un día el cabrón de Dalmau me dijo:
–Fes passat el límit
Y me dejó en la puta calle.
Creo que me gasté la paga entera de ese mes, bebiendo el mejor whisky que probé en la vida, en un bar de la zona alta.
Después terminé bebiendo el alcohol más barato, viviendo en un piso oscuro de veinte metros cuadrados, que huele a humedad, hachís y curry, en el barrio chino. Ahora le dicen el Raval.
Antes de la humillación que me hizo pasar Dalmau, era gerente de finanzas de la editorial. Llegaba todos los días a horario, perfumado, tenía el pelo corto, prolijo, sin barba. Usaba los mejores trajes que mi mujer me elegía en las rebajas del Corte Inglés.
El día después que vi a mi familia por última vez, llegué borracho al despacho. Y al día siguiente, también. Y todos los días de esa semana, de la otra y de la otra. Por eso me echó Dalmau. No me entendió. No me ayudó.
La última noche que la vi, a ella, a mi mujer, dijo varias veces el mismo insulto. Eran dos palabras me acuerdo. Las gritaba fuerte. Tenía puesto el delantal, porque estaba cocinando pollo con salsa romesco.
–¡¡Fracasado, gilipollas!! –repetía una y otra vez
Cada vez que escucho a alguien decir alguna de esas dos palabras me acuerdo de ella, y de su delantal, que tenía bordado un pato con un gorro de chef.
Nuria no era mala, pero últimamente no me trataba bien. Siempre tenía algo que recriminar, algo para tocarme los cojones. Si llegaba temprano, porque llegaba temprano. Si después del trabajo salía con algún colega, entonces se cabreaba porque llegaba tarde. Si me quedaba en la casa los fines de semana le molestaba mi presencia, se sentía invadida. Pero si armaba algún plan, decía que la apartaba de mi vida. Ya no quería tener sexo. Nada la excitaba. Se quejaba de todo. De las canas que le habían salido, de los calores que la sofocaban, de los niños, de la casa, del perro, de su vida, de mi. Hubiese sido mejor si me pedía el divorcio.
Ese día salí a la misma hora de trabajar, como siempre. Había cogido el metro hasta casa, como siempre. Llegué a las 19:35, como siempre. Ella me vino a recibir, dándome un pequeño, escueto y rutinario beso en la boca y me quitó la chaqueta para guardarla en el armario, como siempre. Y al ver la chaqueta comenzaron los insultos, como nunca.
Me preguntaba entre llanto, gritos y una mirada desquiciada de quién era el pelo largo y rubio que estaba en mi chaqueta.
–¿De quién es? ¿Con quién me engañas? ¿Es alguien del despacho?
Mandó a los niños a su habitación. Aunque ellos escucharon todo. Luego cogió una maleta y puso algunas cosas mías. Había dejado de repetir "Fracasado, gilipollas". Ahora cada gesto lo hacía en silencio. Así que sin palabras, puso la maleta en la puerta. No me dijo ni adiós. Yo quise ir a ver a lo niños. Pero ella me empujó hacia afuera. Me echó.
En la maleta puso un pantalón tejano, una camisa, un jersey y una chaqueta de piel. Lo que llevo puesto hoy, desde hace veintisiete años.
En cambio la chaqueta que me arruinó, que cambió mi vida para siempre se quedó en esa casa, con mis hijos, con mi esposa, con mi vida.

Hoy en el bar, antes de que el Rober ganara en el tragaperras, vi como una mujer acariciaba su cabello, lo peinaba. Me detuve en ese gesto. Contemplé cada detalle. En su mano quedó suelto y atrapado un solo pelo. Entonces agitó los dedos, en el aire, deshaciéndose de él. El pelo, volátil, imprevisible, fue a parar al hombro de un hombre que llevaba una chaqueta de lana. Ojalá ese hombre tenga mejor suerte que yo.

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