—Me cayó una gota.
—Sí, a mí también.
Hacía muchas semanas que todo había comenzado. Un tiempo antes de que sonaran los petardos en la noche de San Juan.
El primer chapuzón de temporada siempre es glorioso y recordado. Volver a sumergirse en el mar, hacer la plancha, nadar, llenarse de sal.
Muchas tardes en posición horizontal sobre la arena, el cuerpo vuelta y vuelta. El primer tiempo color camarón, luego algunos más dorados o morenos y bueno otros también siguen blancos.
Siestas en la playa, durmiendo con el murmullo de la gente que está alrededor o el sonido de algún reggaetón que suena en un teléfono. Luego la inmersión en algún sueño que transcurre en otoño, invierno o primavera…despertarse por el sudor, el calor y darse un baño sonriendo sabiendo que aún seguimos en verano.
Y entonces cuando el sol comenzaba a dar indicios de que iba a apagarse, comenzaba la ronda de mate o destapábamos alguna cerveza en la playa o en una terraza. Y con el correr de los días se sumaron más amigos, se multiplicaron las amistades y con ellas las anécdotas
Los días se hicieron más largos, las noches más cortas y divertidas. Llegaron las fiestas, los festejos del barrio, las calles adornadas. Yendo de un lado a otro, bebiendo y bailando. Viendo lunas llenas, menguantes, crecientes, nuevas e irreales.
—Creo que se viene la lluvia, y a partir de mañana cambia el clima—dijo alguien.
Todos reímos, reunidos en un jardín de un viejo teatro, con las copas ya vacías, pero con el corazón lleno de alegría.
El cielo desprendió la lluvia como quien desprende un secreto que contuvo por mucho tiempo. Todos vimos que era tiempo de cambiar el bañador por chaquetas, el café con hielo por uno caliente, los pareos por el sofá con manta, los bailes en las calles por las pelis y series en casa. Compartir lluvias, fríos y vientos, esperar para oler la primera flor y entonces recién será tiempo de darse un chapuzón e inaugurar el verano otra vez.
—Sí, a mí también.
Hacía muchas semanas que todo había comenzado. Un tiempo antes de que sonaran los petardos en la noche de San Juan.
El primer chapuzón de temporada siempre es glorioso y recordado. Volver a sumergirse en el mar, hacer la plancha, nadar, llenarse de sal.
Muchas tardes en posición horizontal sobre la arena, el cuerpo vuelta y vuelta. El primer tiempo color camarón, luego algunos más dorados o morenos y bueno otros también siguen blancos.
Siestas en la playa, durmiendo con el murmullo de la gente que está alrededor o el sonido de algún reggaetón que suena en un teléfono. Luego la inmersión en algún sueño que transcurre en otoño, invierno o primavera…despertarse por el sudor, el calor y darse un baño sonriendo sabiendo que aún seguimos en verano.
Y entonces cuando el sol comenzaba a dar indicios de que iba a apagarse, comenzaba la ronda de mate o destapábamos alguna cerveza en la playa o en una terraza. Y con el correr de los días se sumaron más amigos, se multiplicaron las amistades y con ellas las anécdotas
Los días se hicieron más largos, las noches más cortas y divertidas. Llegaron las fiestas, los festejos del barrio, las calles adornadas. Yendo de un lado a otro, bebiendo y bailando. Viendo lunas llenas, menguantes, crecientes, nuevas e irreales.
—Creo que se viene la lluvia, y a partir de mañana cambia el clima—dijo alguien.
Todos reímos, reunidos en un jardín de un viejo teatro, con las copas ya vacías, pero con el corazón lleno de alegría.
El cielo desprendió la lluvia como quien desprende un secreto que contuvo por mucho tiempo. Todos vimos que era tiempo de cambiar el bañador por chaquetas, el café con hielo por uno caliente, los pareos por el sofá con manta, los bailes en las calles por las pelis y series en casa. Compartir lluvias, fríos y vientos, esperar para oler la primera flor y entonces recién será tiempo de darse un chapuzón e inaugurar el verano otra vez.
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