martes, 20 de septiembre de 2016

Un viento la trajo


Miré al cielo pero ya se había ido. Fue un instante en donde sucedieron muchas cosas juntas, muchas señales que por suerte pude interpretar. 
Primero se levantó un viento, de esos que hacen subir en forma de remolino las hojas de la calle, que vuelan faldas y sombreros. Entonces todo se llenó de olor a bizcochuelo con trocitos de nuez.
Pasó un grupo de italianos, lo raro fue que sólo repetían la palabra “cuscino”, como sino existiese ninguna otra palabra en su vocabulario. Empecé a darme cuenta de lo que estaba pasando, quedé atontada en el medio de la calle y un chico me chocó, sin querer, iba bebiendo una lata de sprite. Gire sobre mi propio eje, con la mirada perdida, hasta que fijé mis ojos en un balcón, había un perro siberiano ladrando.
Una segunda ráfaga de viento me envolvió llenándome de imágenes y sonidos.
—¡Nena! Alcánzame el cuscino —me dijo la abuela Fina 
Mientras se acomodaba para dormir la siesta en su cama grande e inmensa. Los tacos de sus zapatos retumbaban en el suelo de madera. Arriba de la cabecera de la cama estaba su retrato de cuando era joven. Pero cuando la miré a ella, ya no estaba ahí. Ahora las dos tomábamos mate con bizcochuelo con trocitos de nuez y ella se reía a carcajadas contándome que la habían elegido la Reina de la primavera en la fiesta del club de jubilados.
Entonces abrí la heladera, pero no podía encontrar nada, todos los estantes estaban llenos de botellas de sprite. La abuela se acercó y me preguntó si me gustaba su nueva mascota.
—No ladra ni muerde —dijo riéndose
Se había comprado un gran perro siberiano, que la esperaba inmóvil a los pies de la cama, nunca se movía porque era un perro de peluche. Me puse a reír fuerte con ella, al cerrar los ojos, perdí el equilibrio y casi me caigo para el costado. 
—Nena ¿Te sentís bien? —preguntó un señor que pasó por la calle y que vio como estaba por caerme. Volví de mi estado onírico. Miré al cielo pero ya se había ido.

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